miércoles, 24 de marzo de 2010

Un Bicentenario para el Olvido

En realidad el título de esta nota suena a sarcasmo pero no quise cambiarlo por una cuestión de rebeldía o, porque en gran parte, la conmemoración del publicitado bicentenario de Chile quedó sepultado bajo los escombros de tantas ciudades afectadas por el terremoto y tsunami del 27 de febrero del 2010. No estábamos preparados a pesar de que siempre hemos conocido nuestra condición sísmica... Chile tiene mala suerte, su delgada figura se asienta sobre dos placas tectónicas destinadas a rozarse eternamente y su costa lo abraza sin tregua, de norte a sur. Nos habíamos olvidado de la fuerza de la naturaleza, del frío de la noche, de la luna que nos espía. Se perdió el control, se cometieron errores imperdonables, se siguen cometiendo tal vez en pueblos olvidados que no figuran en los mapas, se nos está empezando a olvidar el pánico, el terror... estamos empezando a relajarnos, a retomar nuestra postura altiva y arrogante ante nuestros vecinos, ante los que no conocemos, ante nosotros mismos...ante la naturaleza...
Algunos tuvimos suerte, pudimos abrazar a nuestros seres queridos, confirmar que se encontraban bien pero, ¿Hicimos algo por aquellos que no tuvieron la misma suerte? Desde luego, gran cantidad de personas han hecho y continúan realizando acciones por el prójimo pero, jamás se nos olvidarán esas imágenes de cientos de personas saqueando, robando, destruyendo lo que la naturaleza no había destruido, haciendo más grande el dolor de los que habían logrado rescatar algo de sus casas, negocios o colegios. El ser humano alcanza niveles de perversidad que no somos capaces de dimensionar, que no tienen explicación, vemos un herido y en vez de acunarlo en nuestros brazos, de lavarle sus heridas, lo apuñalamos en el suelo y lo dejamos solo, a su suerte.
Este tragedia nos debiera dejar lecciones y, aunque ya sabemos cuáles son, bastarán unos meses para que las dejemos atrás, borraremos todo de nuestra mente y cada cual proseguirá su rumbo... lo que es peor, volveremos a reelegir a autoridades que parece que no pueden reencontrar aún el rumbo perdido la noche del 27... echaremos tierra sobre todo y vuelta a empezar, como si se pudiera tener la misma visión sobre la vida después de esa noche.
¿Si no se hubiera producido el terremoto? Estaríamos obnubilados por las cifras macroeconómicas que seguirían inflando a este jaguar de América, discutiendo con nuestros vecinos por líneas divisorias, soñando con el mundial de fútbol o sintiendo conmiseración por los pobres de Africa y Asia. Los gigantes con pies de barro caen así, estrepitosamente. En dos minutos nos volvimos a convertir en un país pobre, tal como siempre hemos sido; volvimos a ver escenas de caos como las que vimos, lejanas, en Haití; volvimos a los toques de queda cuando se juró que nunca más habría algo así en Chile... se me ocurren tantas frases "por la boca muere el pez", "cura Gatica...", "ver la viga en el ojo ajeno"... nuestro bicentenario... no importaba nada más: que los pobres esperaran porque había que construir una estatua para un "héroe" de la independencia; que los niños de las escuelas rurales recibieran su notebook para entrar a la modernidad, la luz eléctrica llegaría pronto; que las casas Serviu se construyeran rápido, lo importante era que las familias celebraran allí, la seguridad a segundo plano. Esto es para olvidar: la falta de previsión, la desidia de las autoridades, la irresponsabilidad, el robo institucionalizado... nuestro bicentenario tendrá que esperar, tal vez para celebrarlo una vez que se haya reconstruido todo (ojalá con casas más dignas que una mediagua y con escuelas como la de Iloca) cuando se haya invertido en seguridad de verdad con igualdad para todos, cuando entendamos que celebramos cuando tenemos que celebrar y no cuando aparentamos estar bien mientras la otra mitad de Chile sufre y clama por ayuda.